Los coreanos son 50 millones y viven en un territorio un poco mayor que Andalucía.
A las parejas jóvenes les encanta vestir igual. Incluso hay tiendas en las que venden ropa interior a juego para él y para ella.
Es una sociedad machista. Sin embargo, al casarse, el marido entrega su sueldo a la mujer que será quien administre el dinero y de una “paga” al esposo.
Fuera de Seúl es casi imposible encontrar gente que hable tan siquiera un poco de inglés. En la capital, aunque es más sencillo, tampoco es lo normal. Por ello lo mejor es llevar un mapa o guía con el nombre de cada lugar escrito en caracteres latinos y coreanos. Basta enseñarlo y ellos harán lo imposible por ayudarte.
Los baños públicos en Corea del Sur son gratuitos incluso en el metro y están inmaculados. Siempre con papel y jabón a disposición de quien lo necesite.
Esto parece increíble, pero comen pequeños pulpitos vivos.
Los trenes son puntuales, tanto para salir como para llegar al destino. Así que ya sabes, si vas a Corea del Sur y tienes que viajar en tren, pon en hora tu reloj.
Permiso de maternidad: tan solo 45 días.
No aceptan de buen grado matrimonios con occidentales.
Los nombres coreanos se componen de un apellido de una sílaba que precede siempre a un nombre de dos sílabas. En todo el país existen unos 300 apellidos. Los más habituales son Kim (un 30% de los habitantes de Corea del Sur se apellidan así), Lee (un 17%) y Park (6%).
Parece ser que, por una cuestión genética, los coreanos no sudan, y si lo hacen, su sudor no huele. De modo que en Corea del Sur es complicado (aunque no imposible) encontrar desodorante.
A las coreanas les encanta llevar las uñas arregladas con manicuras de los más llamativas.
A las coreanas más jóvenes las puedes ver constantemente mirando y cuidando su pelo. No dudan incluso en ponerse un rulo en plena calle si eso mejora el aspecto de su cabello.
Si viajas en tren podrás ver como el revisor hace una profunda reverencia cada vez que entre o salga de un vagón.
Uno podría pensar que el té es la bebida preferida de los coreanos. Pero resulta que el café está por delante. El país está lleno de acogedoras cafeterías que emanan un delicioso aroma a café recién molido.
Los fumadores están vetados en todas partes. Nada de encender un cigarro en hoteles, cafés o restaurantes. E incluso en la calle constantemente uno encuentra carteles donde se indica que está prohibido fumar, ya sea en las paredes de los edificios o sobre las aceras. Así que, si te apetece un cigarro, o te saltas la prohibición o te escondes en una calle poco transitada para fumar.
En los restaurantes hay siempre un timbre en la mesa al que llamar si necesitas algo. En las cafeterías, te entregarán algo similar que sonará cuando tu pedido esté preparado y puedas ir a por él.
Cuidado con los coches, son los dueños de las calles sobre todo en las grandes ciudades. Aunque vean a peatones ante un paso de cebra jamás pararán… A no ser que sea el peatón el que es lance a cruzar y les obligue a detenerse.
El subsuelo de Seúl o Busan son como ciudades subterráneas. El metro lo forman una serie de anchos pasillos en distintos niveles que conducen al viajero a diferentes salidas en distintos puntos de cada calle. En esos pasillos uno se olvida de estar en el metro, pues hay tiendas, cafeterías y hasta baños impolutos. A esto hay que añadir que también hay centros comerciales de diferentes tamaños bajo tierra.
No hay papeleras en las calles. Ya puedes buscar con detenimiento que será casi imposible encontrar un lugar donde tirar ese papel o esa botella que llevas en la mano. Sin embargo, en el metro o en las estaciones de tren si hay papeleras con diferentes compartimentos para poder reciclar lo que se tira.
Hay muchas cámaras de seguridad: en calles, edificios, hoteles, restaurantes, farolas. Supongo que precisamente eso será una de las razones por las que hay tan poca policía por la calle. Hasta los coches y motos llevan en su interior un cámara para grabar mientras circulan.
En Corea del Sur el móvil parece una extensión del brazo de cada coreano. Siempre van con él, ya sea hablando, escuchando música, chateando… Da igual donde estén, el teléfono es fundamental para ellos.
Las pensiones de jubilación son muy pequeñas. Eso obliga a muchos ancianos a salir cada día a la calle con un carrito en busca de cartones que más tarde podrán vender.
En Corea del Sur los palillos no son de madera, sino metálicos.
Wi-Fi es algo tan necesario para ellos que hasta en el metro y en los autobuses lo tienen disponible.
En el metro hay un buen número de asientos reservados para ancianos, embarazadas, personas con niños o enfermos. Pues no se sienta nadie en ellos, ni aunque el vagón vaya lleno y no haya otro asiento libre.
Hay un tipo de hoteles en Corea del Sur conocidos como “hoteles del amor” que son habituales en todas las ciudades.
El número 4 es considerado como el de la mala suerte. Esto se debe a que tiene el mismo sonido que el carácter chino que significa muerte. Por ello muchos edificios como hospitales y hoteles no tienen cuarto piso (pasan del tercero al quinto).
En Corea del Sur no se dejan propinas.
Los enchufes y la potencia de la luz son iguales a España.
A las coreanas nos les gusta nada tomar el sol.
Demostrar afecto en público con un beso o un abrazo no es muy común, aunque si estás allí y abrazas a tu pareja nadie te mirara extrañado.